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LA HISTORIA
Un cenicero típico de Michoacán en forma de diablo con una sandía, que estaba en la barra del bar de casa de mis papás en Guadalajara fué la inspiración para que mi hermano inventara el nombre del hotelito que abrimos mi mamá y yo en Oaxaca. Una casa colonial de seis cuartos recién restaurada a unas cuadras del zócalo, en donde recibimos a los huéspedes como si fueran amigos que invitamos a pasar unos días y compartirles nuestra fascinación por Oaxaca.
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